lunes, 30 de abril de 2007

Colectivo Corpus- Teatro hace del espacio público un espacio íntimo


A Maya y Gherry, por acompañarnos en esta travesía mágica

El viernes 6 de abril el colectivo Corpus- Teatro de Maracaibo llega al Cabo de la Vela, hermana República de Colombia; invitación realizada por la Corporación Cultural Jayeechi, con sede en Riohacha. Después de un día de playa y arena, en pleno atardecer, fueron convocados aquellos seres que asistieron azarosamente a la presentación de la obra Tranvía corazón descabellado rueda. Como en todo festín público, se abrió un espacio en medio de la celebración, en el centro del bullicio, en el centro del ritmo llevado por las olas, extenuante, salado, húmedo. Cuál baile popular, la gente estaba en todos lados, todos los ángulos eran visibles: gente delante, detrás, niños a los lados de la tarima que sostenía las luces a la orilla de la playa, o debajo de ella, gente que paraba en los camiones para ver lo que allí comenzaba a gestarse. De todas partes venía el sonido de la flauta de Luis Julio Toro y comenzaba la función. Todas a la expectativa. Todos a la expectativa. Cuando nace el primer movimiento, el primer sonido encuentra un eco profundo, burlón y distante a la orilla del mar. Más que a ofrecer una muestra el Colectivo fue a dialogar con el mar, con la gente. Las intervenciones constantes, los gritos, los cambios a la partitura de la obra, eran peticiones que se escuchaban en todo momento. Todos eran parte de la obra que se tejía en medio de esas propuestas e insinuaciones. En los momentos más inesperados surgían risas, y gritos constantes. Todo era goce. Así venían las voces y sonidos de Elis Regina, La Lupe, Beny Moré y Pink Floyd, todo en medio de ese viento arenoso y agua salada que nos arropaba. Al terminar la obra, surgían las palabras de extrañamiento de quienes observaban el acontecimiento. Tiempo después, mientras nos alejábamos del espacio, a través de la ventanilla del transporte la gente continuaba su celebración, su fiesta, pero sin interrumpir o atravesar el espacio que se había creado para la obra. Fue un intercambio de vida y de respeto por el otro.

Al día siguiente la Biblioteca Pública de Riohacha fue el escenario para la prosecución del ritual. La gente, puntual, asistía a la cita. Como fondo, los tejidos Wayuu acompañaban los movimientos, como si realmente pertenecieran a la obra. Aunque un público más cauteloso, igual surgían risas inesperadas, peticiones, gritos, ansiando poder modificar o intervenir en lo ya establecido. Al terminar vuelven las palabras, las preguntas, los abrazos, todo en medio de la extrañeza del momento. Al día siguiente, al conversar con Enrique Berbeo, él explica que Jayeechi irrumpe las cotidianidades con sus propuestas, que los niños preguntan por las actividades, por las obras, por el “jayeechi” (canto).

El colectivo Corpus- Teatro presentó su Jayeechi en los espacios alternativos, donde va la gente, en los verdaderos lugares donde se puede intercambiar el canto.

Adriana Prieto

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